Está convencida que la mariguana tiene muy buenos resultados medicinales para enfermos de sida, esclerosis múltiple o artritis.
Se llama Steph Sherer. La conocí este fin de semana en el simposio Estados Unidos-México sobre legalización y regulación de la mariguana en el Centro Fox. Tiene unos 30 años y mirada melancólica. Acompañados de un par de tequilas, me contó su historia. Hace una década, fue a Washington DC a una protesta. La policía entró a reprimirlos. A ella le deshicieron el cuello a toletazos.
En los días posteriores, los dolores a consecuencia de estos golpes empeoraron. Ningún analgésico, calmante y/o antiinflamatorio se los mitigaban. Acudió a muchos doctores, probó múltiples recetas. El dolor se volvió inaguantable: varios de sus músculos del cuello y espalda se le engarrotaban. No podía moverse. En el extremo, por los espasmos musculares, sus riñones comenzaron a fallar.
Estaba prácticamente paralizada. Un día fue a ver a su médico en San Diego, California, donde vivía. Ya no podía recetarle nada nuevo. El doctor le preguntó, con mucho sigilo, si conocía a alguien que vendiera mariguana. La pregunta la tomó por sorpresa. Creyó que el galeno quería comprar droga a través de ella. Le contestó la verdad: que no conocía a nadie. ?Pues consígase a alguien porque yo he escuchado que la cannabis puede ayudar mucho a mitigar dolores como el de usted?, le recomendó el médico.
Acto seguido, Steph se fue a la playa a buscar a un dealer. Fue una experiencia muy dura comprar su primera dosis a un joven imberbe con pelo de rastras. Se fumó la yerba y el dolor le bajó considerablemente. Recurrió entonces al mercado ilegal para seguir adquiriendo la mariguana. Se sentía muy incómoda por tener que violar la ley para mitigar sus fuertes dolores. Hasta que comenzó la campaña en California para hacer de la cannabis una droga legal con fines medicinales. La iniciativa popular fue aprobada lo cual cambió su vida. Ahora podía asistir a un dispensario a comprar mariguana con la receta de su doctor.
Toda esta experiencia le sirvió a Steph para convertirse en una activista social. Ayudó a fundar la organización no gubernamental Americans for Safe Access (Americanos por un Acceso Seguro). Actualmente es la ?organización más grande de pacientes, profesionales de la medicina, científicos y ciudadanos preocupados por promover un acceso legal y seguro de la cannabis?. Implementan una estrategia con programas de ?educación pública, litigios de impacto, desarrollo y defensa de grupos de base, campañas de medios y servicios de apoyo directo?.
Sherer es la directora ejecutiva de esta organización. Está convencida que la mariguana tiene muy buenos resultados medicinales para enfermos de sida, esclerosis múltiple, artritis, trastornos gastrointestinales, trastornos de movimiento, cáncer, dolor crónico y enfermedades asociadas a la vejez. En el sitio de internet de su organización (ASA : Advancing Legal Medical Marijuana Therapeutics and Research), uno puede encontrar una serie de folletos que explican la evidencia científica que existe para justificar el uso medicinal de la cannabis en estas enfermedades.
Por su trabajo, Steph se mudó a Washington DC donde opera Americans for Safe Access. Según ella, no va a parar hasta que todos los estados de la Unión Americana permitan la venta legal de mariguana con fines medicinales (actualmente son 19 los estados que ya lo autorizan, más la capital, Washington DC). Sherer no quiere que otros tengan que pasar por el mismo ridículo e incertidumbre que ella: de recurrir al mercado negro para mitigar un insoportable dolor.
Le pregunté a Steph Scherer si podría dejar la mariguana en caso de que mañana se descubriera una medicina que curara sus dolores de cuello y espalda. En otras palabras: si se consideraba adicta la cannabis. Me contestó que, en algunos viajes en que no ha podido llevar sus dosis por temor a que la descubran, ha tenido que dejar de usarla. En esos casos ha sentido ciertos síntomas de retiro que en general han sido manejables. Cree, entonces, que sí podría dejar de utilizarla. Pero para eso se necesita que se descubra la medicina que efectivamente le quite el dolor, ya que ningún otro analgésico, calmante y/o antiinflamatorio existentes le surten efecto. Sólo la mariguana le quita el dolor.
Yo me pregunto: ¿Con qué argumento puede una sociedad negarle a esta mujer el derecho a consumir este producto que le permite llevar una vida más o menos normal, sin dolor?
Se llama Steph Sherer. La conocí este fin de semana en el simposio Estados Unidos-México sobre legalización y regulación de la mariguana en el Centro Fox. Tiene unos 30 años y mirada melancólica. Acompañados de un par de tequilas, me contó su historia. Hace una década, fue a Washington DC a una protesta. La policía entró a reprimirlos. A ella le deshicieron el cuello a toletazos.
En los días posteriores, los dolores a consecuencia de estos golpes empeoraron. Ningún analgésico, calmante y/o antiinflamatorio se los mitigaban. Acudió a muchos doctores, probó múltiples recetas. El dolor se volvió inaguantable: varios de sus músculos del cuello y espalda se le engarrotaban. No podía moverse. En el extremo, por los espasmos musculares, sus riñones comenzaron a fallar.
Estaba prácticamente paralizada. Un día fue a ver a su médico en San Diego, California, donde vivía. Ya no podía recetarle nada nuevo. El doctor le preguntó, con mucho sigilo, si conocía a alguien que vendiera mariguana. La pregunta la tomó por sorpresa. Creyó que el galeno quería comprar droga a través de ella. Le contestó la verdad: que no conocía a nadie. ?Pues consígase a alguien porque yo he escuchado que la cannabis puede ayudar mucho a mitigar dolores como el de usted?, le recomendó el médico.
Acto seguido, Steph se fue a la playa a buscar a un dealer. Fue una experiencia muy dura comprar su primera dosis a un joven imberbe con pelo de rastras. Se fumó la yerba y el dolor le bajó considerablemente. Recurrió entonces al mercado ilegal para seguir adquiriendo la mariguana. Se sentía muy incómoda por tener que violar la ley para mitigar sus fuertes dolores. Hasta que comenzó la campaña en California para hacer de la cannabis una droga legal con fines medicinales. La iniciativa popular fue aprobada lo cual cambió su vida. Ahora podía asistir a un dispensario a comprar mariguana con la receta de su doctor.
Toda esta experiencia le sirvió a Steph para convertirse en una activista social. Ayudó a fundar la organización no gubernamental Americans for Safe Access (Americanos por un Acceso Seguro). Actualmente es la ?organización más grande de pacientes, profesionales de la medicina, científicos y ciudadanos preocupados por promover un acceso legal y seguro de la cannabis?. Implementan una estrategia con programas de ?educación pública, litigios de impacto, desarrollo y defensa de grupos de base, campañas de medios y servicios de apoyo directo?.
Sherer es la directora ejecutiva de esta organización. Está convencida que la mariguana tiene muy buenos resultados medicinales para enfermos de sida, esclerosis múltiple, artritis, trastornos gastrointestinales, trastornos de movimiento, cáncer, dolor crónico y enfermedades asociadas a la vejez. En el sitio de internet de su organización (ASA : Advancing Legal Medical Marijuana Therapeutics and Research), uno puede encontrar una serie de folletos que explican la evidencia científica que existe para justificar el uso medicinal de la cannabis en estas enfermedades.
Por su trabajo, Steph se mudó a Washington DC donde opera Americans for Safe Access. Según ella, no va a parar hasta que todos los estados de la Unión Americana permitan la venta legal de mariguana con fines medicinales (actualmente son 19 los estados que ya lo autorizan, más la capital, Washington DC). Sherer no quiere que otros tengan que pasar por el mismo ridículo e incertidumbre que ella: de recurrir al mercado negro para mitigar un insoportable dolor.
Le pregunté a Steph Scherer si podría dejar la mariguana en caso de que mañana se descubriera una medicina que curara sus dolores de cuello y espalda. En otras palabras: si se consideraba adicta la cannabis. Me contestó que, en algunos viajes en que no ha podido llevar sus dosis por temor a que la descubran, ha tenido que dejar de usarla. En esos casos ha sentido ciertos síntomas de retiro que en general han sido manejables. Cree, entonces, que sí podría dejar de utilizarla. Pero para eso se necesita que se descubra la medicina que efectivamente le quite el dolor, ya que ningún otro analgésico, calmante y/o antiinflamatorio existentes le surten efecto. Sólo la mariguana le quita el dolor.
Yo me pregunto: ¿Con qué argumento puede una sociedad negarle a esta mujer el derecho a consumir este producto que le permite llevar una vida más o menos normal, sin dolor?