Hoy veremos las principales diferencias que tienen las variedades índicas frente a las sativas, que son las dos variedades de donde proceden todos los híbridos que encontramos actualmente en el mercado. Son dos especies de pura raza y que combinadas dan lugar a cepas realmente impresionantes.
Aspecto de las semillas
A pesar de ser un método que requiere mucha experiencia y que no siempre funciona, el aspecto de las semillas nos puede dar una idea sobre su procedencia.
A menudo, las semillas de variedades índicas suelen ser grandes y ovaladas, con rayas atigradas de color negro o marrón oscuro. Por el contrario, muchas semillas de genética sativa son más redondeadas, de menor tamaño y en muchas ocasiones no presentan rayas.
Como podrán imaginar, los híbridos (que son la mayoría de cepas del mercado) tienen semillas con rasgos genéticos de ambas especies. Así que en vista de que este sistema de clasificación puede fallar, lo mejor que podemos hacer para saber con certeza la genética es germinar la semilla y observar su patrón de crecimiento y floración.
La fase de crecimiento
Durante la fase de crecimiento, la marihuana arroja muchas pistas sobre su origen genético. Las variedades índicas suelen tener un crecimiento más lento que las sativas, desarrollando un prominente tallo principal rodeado de fuertes ramificaciones, hasta alcanzar una altura moderada.
Suelen ser de distancia internodal más bien corta (a veces de apenas 1 cm), con hojas anchas y un color verde oscuro. Estas plantas son utilizadas tradicionalmente para la elaboración de hachís, ya que tienen una considerable producción de resina.
La fase de floración
Durante este periodo, la marihuana desarrolla las flores o cogollos que nos dan más información sobre su genética. Las cepas de índica tienden suelen ser más sensibles al cambio del fotoperiodo, por tanto comienzan su fase de floración antes que las cepas sativas.
Por otro lado, las variedades índicas apenas crecen durante esta fase, por lo general sólo duplican su altura; mientras que las sativas crecen mucho más, pudiendo en algunos casos cuadruplicar su altura.
Además, las índicas florecen antes que las sativas. Las cepas índicas suelen tener unas 6 a 9 semanas de floración, mientras que las sativas pueden tener entre 10 y 20 semanas.
Por último, los cogollos de las índicas suelen ser más compactos que los de las sativas (más alargados y bien ventilados) por lo que son más sensible al ataque de hongos y podredumbre.
La alimentación
Aunque cuando trabajamos con variedades de pura raza hay que tener en cuanta que están acostumbradas en muchos casos a un riego limitado y suelos pobres, también podemos estudiar a grandes rasgos su capacidad para absorber nutrientes.
Generalmente las índicas aceptan mayores cantidades de nutrientes que las sativas, que suelen ser más susceptibles a la sobrefertilización, especialmente en la fase de crecimiento. Estas últimas, también son más difíciles de alimentar debido a su larga fase de floración, donde se hay tiempo suficiente para que aparezcan desequilibrios nutricionales que el cultivador debe corregir sobre la marcha.
Es de gran ayuda detectar y controlar estos desequilibrios para regular correctamente el pH y EC de nuestra solución nutritiva.
El sabor y olor
Como ya saben los cultivadores, cada cepa es un mundo en lo que a sabor y olor se refiere. Dentro del rango organoléptico que nos da la marihuana podemos encontrar características y diferencias entre las variedades índicas y las sativas.
Por lo general los sabores terrosos, a musgo, dulces o afrutados son mas comunes de cepas índicas. Mientras que las sativas suelen identificarse con sabores que recuerdan a madera o incienso. Con esto no queremos decir que no hayan sativas con sabor dulce o afrutado, ya que estas características aparecen en multitud de variedades de ambas especies.
El efecto
Las índicas suelen tener un efecto físico, narcótico y sedante ideal para relajarse y evadirse. Son ideales para combatir dolencias como estrés, insomnio, dolor muscular, dolor en las articulaciones, falta de apetito, y mucho más.
Las sativas suelen tener un efecto mucho más cerebral, enérgico y creativo, habiendo variedades que estimulan al consumidor y le motivan para realizar multitud de tareas. A veces pueden causar ansiedad o paranoia, aunque eso siempre depende en gran medida del estado de ánimo del usuario. Desde el punto de vista medicinal son perfectas para combatir depresión, apatía o trastornos alimenticios.
Aspecto de las semillas
A pesar de ser un método que requiere mucha experiencia y que no siempre funciona, el aspecto de las semillas nos puede dar una idea sobre su procedencia.
A menudo, las semillas de variedades índicas suelen ser grandes y ovaladas, con rayas atigradas de color negro o marrón oscuro. Por el contrario, muchas semillas de genética sativa son más redondeadas, de menor tamaño y en muchas ocasiones no presentan rayas.
Como podrán imaginar, los híbridos (que son la mayoría de cepas del mercado) tienen semillas con rasgos genéticos de ambas especies. Así que en vista de que este sistema de clasificación puede fallar, lo mejor que podemos hacer para saber con certeza la genética es germinar la semilla y observar su patrón de crecimiento y floración.
La fase de crecimiento
Durante la fase de crecimiento, la marihuana arroja muchas pistas sobre su origen genético. Las variedades índicas suelen tener un crecimiento más lento que las sativas, desarrollando un prominente tallo principal rodeado de fuertes ramificaciones, hasta alcanzar una altura moderada.
Suelen ser de distancia internodal más bien corta (a veces de apenas 1 cm), con hojas anchas y un color verde oscuro. Estas plantas son utilizadas tradicionalmente para la elaboración de hachís, ya que tienen una considerable producción de resina.
La fase de floración
Durante este periodo, la marihuana desarrolla las flores o cogollos que nos dan más información sobre su genética. Las cepas de índica tienden suelen ser más sensibles al cambio del fotoperiodo, por tanto comienzan su fase de floración antes que las cepas sativas.
Por otro lado, las variedades índicas apenas crecen durante esta fase, por lo general sólo duplican su altura; mientras que las sativas crecen mucho más, pudiendo en algunos casos cuadruplicar su altura.
Además, las índicas florecen antes que las sativas. Las cepas índicas suelen tener unas 6 a 9 semanas de floración, mientras que las sativas pueden tener entre 10 y 20 semanas.
Por último, los cogollos de las índicas suelen ser más compactos que los de las sativas (más alargados y bien ventilados) por lo que son más sensible al ataque de hongos y podredumbre.
La alimentación
Aunque cuando trabajamos con variedades de pura raza hay que tener en cuanta que están acostumbradas en muchos casos a un riego limitado y suelos pobres, también podemos estudiar a grandes rasgos su capacidad para absorber nutrientes.
Generalmente las índicas aceptan mayores cantidades de nutrientes que las sativas, que suelen ser más susceptibles a la sobrefertilización, especialmente en la fase de crecimiento. Estas últimas, también son más difíciles de alimentar debido a su larga fase de floración, donde se hay tiempo suficiente para que aparezcan desequilibrios nutricionales que el cultivador debe corregir sobre la marcha.
Es de gran ayuda detectar y controlar estos desequilibrios para regular correctamente el pH y EC de nuestra solución nutritiva.
El sabor y olor
Como ya saben los cultivadores, cada cepa es un mundo en lo que a sabor y olor se refiere. Dentro del rango organoléptico que nos da la marihuana podemos encontrar características y diferencias entre las variedades índicas y las sativas.
Por lo general los sabores terrosos, a musgo, dulces o afrutados son mas comunes de cepas índicas. Mientras que las sativas suelen identificarse con sabores que recuerdan a madera o incienso. Con esto no queremos decir que no hayan sativas con sabor dulce o afrutado, ya que estas características aparecen en multitud de variedades de ambas especies.
El efecto
Las índicas suelen tener un efecto físico, narcótico y sedante ideal para relajarse y evadirse. Son ideales para combatir dolencias como estrés, insomnio, dolor muscular, dolor en las articulaciones, falta de apetito, y mucho más.
Las sativas suelen tener un efecto mucho más cerebral, enérgico y creativo, habiendo variedades que estimulan al consumidor y le motivan para realizar multitud de tareas. A veces pueden causar ansiedad o paranoia, aunque eso siempre depende en gran medida del estado de ánimo del usuario. Desde el punto de vista medicinal son perfectas para combatir depresión, apatía o trastornos alimenticios.