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Salud por la erradicación del cultivo de la cannabis

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    Salud por la erradicación del cultivo de la cannabis

    Agricultores del Valle de la Beca se organizaron para encontrar mejores mercados para la vid. No sólo lograron erradicar una siembra ilícita, sino que repoblaron una región abandonada por la emigración

    22/06/2013 07:35 Marisol Rifaï L?Orient Le Jour (Líbano)
    Varios agricultores de Líbano que antes se dedicaban a cultivos ilícitos, ahora han emprendido un proyecto en cooperativa de cultivo vitivinícola. Foto: L?Orient-Le Jour .
    En este inicio de la primavera, un viento seco barre la región de Deir-elAhmar, al norte de la llanura del Becá (al este de Líbano), mientras el termómetro registra una temperatura de más de 30 grados centígrados.
    En medio de un vasto campo de tierra de color rojo profundo un hombre acomoda en línea varias docenas de cepas de vid de alto valor.
    ?Todas ellas van a sustituir a las cepas que no podrán sobrevivir durante los próximos meses?, explica Walid Habchi.
    Desde hace más de diez años, este agricultor libanés de 37 años se dedica al cultivo de la vid en el seno de la cooperativa Coteaux d?Héliopolis.
    Fundada en 2000 por Sami Rahmé, un médico originario de la región, con la ayuda del departamento (o provincia francesa) de Oise, el proyecto busca remplazar el cultivo ilícito de la cannabis por una producción vitivinícola y repoblar esa región que sufre un importante éxodo rural debido a la falta de perspectivas de empleo.
    Aunque el origen de los cultivos ilícitos, de la cannabis y de la amapola esencialmente, en esta región del Líbano no ha sido determinado con exactitud, ?en la década de 1920 el cultivo de la cannabis se generalizó en la parte norte de la Beca?, dice la investigadora Karine Bennafla en un estudio publicado en 2006.
    Según Rahmé, quien cita un estudio realizado por un investigador francés en 1998, la región de Deir el-Ahmar, que engloba a una decena de aldeas, posee las condiciones ideales para el cultivo de la vid, a causa del clima y la naturaleza del suelo. Sin embargo, haciendo a un lado algunas hectáreas dedicadas al cultivo de la uva de mesa a lo largo de la primera mitad del siglo XX, la región nunca había explotado realmente ese potencial, salvo en la época de los romanos.
    Frente a un Estado ausente, el concepto de la cooperativa sedujo rápidamente a los agricultores. ?Yo terminaba mi maestría en informática en la Universidad de Líbano cuando fui arrestado y enviado a prisión a causa de mis campos de cannabis?, recuerda Walid Habvhi, a quien no le gusta acordarse de esa época.
    ?La cooperativa fue una revelación para mí. Dedicarme a los viñedos me iba a permitir permanecer en el pueblo y cultivar un producto noble e igualmente rentable que la cannabis?, abundó el joven que trata a la vid, dijo, ?como se trata a una mujer: con ternura, afección y atención?.
    Paciencia, clave del éxito
    La rentabilidad sigue siendo el factor esencial para convencer a los agricultores a que abandonen el cultivo de la cannabis.
    Sobre ese punto, Sami Rahmé fue categórico: la vid es rentable. Por cada donum ?superficie de mil metros cuadrados de cultivo usada en países que fueron dominados en el antiguo imperio otomano? de viñedos cultivados, el agricultor recibe unos 600 dólares de parte de la cooperativa que le garantiza la compra de toda su producción a un precio superior al del mercado. ?Los compradores reconocen la calidad excepcional de nuestros viñedos y aprecian en su justo valor el sello ?uvas de cultivo biológico? entregado para nuestra producción por el Instituto Mediterráneo de Certificación (IMC), explica el responsable de la cooperativa.
    De ese modo, el kilo de uva coteaux d?Héliopolis puede ser vendido en poco más de un dólar a algunas cavas de la región, frente a los 60 centavos de dólar que reciben otros viñedos libaneses. ?La rentabilidad de un campo de cannabis genera alrededor de 400 dólares por donum para el agricultor?.
    Para Chawki Fakhry, ingeniero retirado de Deir el-Ahmar, ?si muchos dudan aún en convertir sus cultivos a la vid es porque hay que invertir mucho al principio para preparar el campo, reembolsar las plantas prestadas por adelantado por la cooperativa y contar por lo menos cinco años antes de poder obtener beneficios de su producción?.
    No obstante, algunos agricultores ven más allá del aspecto únicamente financiero. Walic Habchi comenta que para tener la conciencia tranquila, al salir de prisión se dedicó al cultivo de la vid. ?Contrario a lo que podrían pensar algunos, aquí la gente no aspira necesariamente a hacerse millonaria. Los agricultores siembran la cannabis porque realmente no tienen otra alternativa para sobrevivir?, explica el agricultor. Según él, por un ingreso medio de dos mil dólares al mes, todos los aldeanos están dispuestos a abandonar los cultivos ilícitos para no tener que vivir más bajo el temor cotidiano de ser arrestados o ver que el Estado destruye sus campos. Al precio que le garantiza la cooperativa por sus uvas, un agricultor que posee un ?pequeño? viñedo de 40 donums puede fácilmente garantizar un ingreso medio.
    La cooperativa también permite que los agricultores eviten el obstáculo de la superficie. ?Con la cooperativa no es necesario poseer enormes superficies de terreno para alcanzar rentabilidad?, explica Fakhry.
    El sueño vinícola
    Desde el inicio del proyecto, la superficie dedicada en esta región al cultivo de los viñedos ha aumentado en unos 200 donums (200 mil metros cuadrados) todos los años hasta alcanzar en la actualidad dos mil 400 donums repartidos entre unos 275 agricultores. Entre ellos figuran agricultores musulmanes que hoy ya no se resisten en cultivar los viñedos cuyo producto terminará convertido en vino. Hoy decenas de agricultores de otros productos quieren lanzarse a la aventura de la cooperativa Coteaux d?Héliopolis.
    Un entusiasmo que los responsables, ?víctimas? de su propio éxito, tratan de frenar temporalmente. ?Nuestro sueño es acabar completamente con el cultivo de la cannabis para sustituirla por la vid en los 12 mil donums explotables?, subraya Michel Imad, uno de los responsables de la cooperativa.
    Hasta el año pasado, la mayoría de la cosecha era vendida a cavas de la región, pero ?el mercado es limitado y si se aumenta mucho la producción el problema de los bajos precios surgirá tarde o temprano?, agrega.
    ?Es por eso que la segunda fase del proyecto consiste en la creación de una cava para producir nuestro propio vino con las uvas de nuestros viñedos?, explica Sami Rahmé. Sin embargo, este proyecto tarda en materializarse debido a la falta de medios, a la suspensión del financiamiento del departamento de Oise el año pasado, que representó un duro golpe para la cooperativa.
    ?Entonces corresponde al Estado libanés preocuparse por el sector agrícola, sostener a los proyectos innovadores como el nuestro y, sobre todo, desarrollar la industria agroalimentaria para transformar los productos agrícolas que son, por definición, perecederos y tienen dificultad para ser distribuidos en mercados demasiado inestables.?
    La cooperativa rentó cavas para producir su propio vino, un rojo bautizado Campo de los Cedros, que es vendido al extranjero gracias a un acuerdo con la asociación en prodel comercio equitativo Fair Trade.
    ?Ya hemos exportado 25 mil botellas a Japón y tenemos un pedido de 15 mil botellas para Suecia y 300 mil botellas para Inglaterra?, informa Rahmé.
    Walid Habchi no quiso esperar a que la cava de la cooperativa fuera realidad. El agricultor y un socio, Charbel Fakhry, también originario de Deir el-Ahmar, se embarcaron en la construcción de su propia cava, Convento Rojo, que esperan inaugurar a partir de 2014.
    Fracaso del programa de sustitución de cultivos ilícitos
    La Beca, un valle del este del Líbano, es frecuentemente asociado con el cultivo de la cannabis. Fue durante la guerra civil de Líbano (1975-1990) que el cultivo de ésta y de la amapola, estallaron en la región. En 1991, los cultivos ilícitos recubren casi 80 mil hectáreas que dan trabajo a 54 mil personas, sin contar a los trabajadores temporales, y aportan unos 100 millones de dólares (unos mil 291 millones de pesos) al año.
    Bajo la presión internacional, las operaciones de erradicación fueron impulsadas en 1995 por el ejército libanés y por las fuerzas sirias que ocupan el país. Un programa de sustitución de cultivos (azafrán, algodón, alcaparras) y una oficina de Naciones Unidas fueron creados con ese fin, pero el fracaso es difícil de asimilar.
    Según varios informes, hubo problemas de distintos órdenes: se propuso sustitución de cultivos sin contar con verdaderos estudios previos; de los 55 millones de dólares (unos 710 millones de pesos) prometidos por los recaudadores de fondos, solamente 12 millones de dólares (unos 155 millones de pesos) se asignaron.
    Una parte considerable de la ayuda se evaporó en gastos de las misiones y del pago a los expertos. Con este programa la situación de los agricultores se agravó con frecuencia porque no sólo no recibieron las ayudas financieras que esperaban, sino que con frecuencia tuvieron que endeudarse para seguir a marchas forzadas la diversificación agrícola. A ello obedeció que algunos de los agricultores regresaran al cultivo de la cannabis.
    EN LA PUTA VIDA ME HE MUERTO
Trabajando...
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