Colombia, drogas y ONU
La canciller María Ángela Holguín sorprendió, favorablemente, a muchos colombianos con la declaración de que si Colombia era elegida al Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), llevaría a esa instancia el tema de las drogas ilícitas para ser discutido.
El presidente Santos fue más allá con una declaración de esta semana en la que afirmó: "¿Cómo le voy a explicar a un indígena de Colombia que no siembre marihuana porque puede acabar en la cárcel, si en el estado más rico de Estados Unidos, se legaliza la producción, el comercio y el consumo?".
Y la realidad es más contundente, dramática y absurda: mientras en Colombia mueren al año cientos de policías, soldados y civiles en la lucha contra las drogas ilícitas -ma- rihuana y cocaína principalmente-, en Estados Unidos y Europa, estas drogas se consumen legalmente bajo la modalidad de dosis personal. Dosis personal que también es aceptada en Colombia.
El mundo al revés y nadie hace nada: mientras en muchas naciones el último eslabón de la cadena de las drogas ilícitas es legal -el consumo-, todos los pasos anteriores -siembra, procesamiento y distribución- son ilegales. Peor: el planeta, con Colombia a la cabeza, ha librado a lo largo de las tres últimas décadas una lucha decidida contra el narcotráfico, pero el resultado es que hoy, proporcionalmente, hay más consumidores de estas drogas en todos los países y, por supuesto, más narcotráfico.
Para rematar: en Colombia y en otros países, el narcotráfico alimenta la violencia y el terrorismo, ya que se constituye en la fuente principal de financiamiento de guerrilla y paramilitares. Esta breve descripción del problema es suficiente para que el Consejo de Seguridad de la ONU, del cual ahora Colombia es miembro, asuma la responsabilidad histórica de discutir a fondo el tema de las drogas y reorientar las políticas para enfrentar el flagelo.
Por supuesto, el presidente Santos y la canciller Holguín son prudentes y no han hablado de legalización de las drogas. Pero la discusión, por un camino u otro, llegará a ese punto. No hay otra manera razonable de replantear el tema: asumirlo como un asunto de salud pública y no de seguridad nacional.
Despenalizar todo el proceso de las drogas, desde la siembra hasta el consumo, dentro del marco de un acuerdo internacional en la ONU que fije condiciones y controles, y dedicar todos los recursos que hoy gastan los países en interdicción y lucha contra el narcotráfico, a programas de salud pública para evitar el consumo y tratar a los adictos.
El objetivo es que haya menos consumo. No se trata de despenalizar para que haya más consumidores. No. Lo contrario: dedicar todos los esfuerzos financieros y humanos que hoy se usan en la lucha contra el narcotráfico, a programas liderados por los ministerios de Salud para prevenir el consumo de estas drogas en niños y adolescentes, y darle tratamiento adecuado a los adictos.
No hay mejor momento para que Colombia lidere esta discusión de replanteamiento del paradigma de las drogas. Entre otras razones, porque no hay otra nación en el planeta que tenga la hoja de vida que tiene nuestro país en dignidad y coherencia frente a la lucha contra los carteles de la droga que, a pesar de su poderío y capacidad de intimidación, han sido doblegados y siempre lo serán por el Estado y la sociedad.
Mucho daño nos han hecho, sí, pero no han ganado ni ganarán nunca su batalla. En algunos sectores del país ya se analiza el asunto con pragmatismo. Lo que falta es un gobernante que asuma el liderazgo para reorientar el debate a nivel internacional. El que lo haga pasará a la historia como un grande con visión y liderazgo sin par.
Ricardo Santamaría
http://www.portafolio.com.co/opinion...-onu_8131999-3
La canciller María Ángela Holguín sorprendió, favorablemente, a muchos colombianos con la declaración de que si Colombia era elegida al Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), llevaría a esa instancia el tema de las drogas ilícitas para ser discutido.
El presidente Santos fue más allá con una declaración de esta semana en la que afirmó: "¿Cómo le voy a explicar a un indígena de Colombia que no siembre marihuana porque puede acabar en la cárcel, si en el estado más rico de Estados Unidos, se legaliza la producción, el comercio y el consumo?".
Y la realidad es más contundente, dramática y absurda: mientras en Colombia mueren al año cientos de policías, soldados y civiles en la lucha contra las drogas ilícitas -ma- rihuana y cocaína principalmente-, en Estados Unidos y Europa, estas drogas se consumen legalmente bajo la modalidad de dosis personal. Dosis personal que también es aceptada en Colombia.
El mundo al revés y nadie hace nada: mientras en muchas naciones el último eslabón de la cadena de las drogas ilícitas es legal -el consumo-, todos los pasos anteriores -siembra, procesamiento y distribución- son ilegales. Peor: el planeta, con Colombia a la cabeza, ha librado a lo largo de las tres últimas décadas una lucha decidida contra el narcotráfico, pero el resultado es que hoy, proporcionalmente, hay más consumidores de estas drogas en todos los países y, por supuesto, más narcotráfico.
Para rematar: en Colombia y en otros países, el narcotráfico alimenta la violencia y el terrorismo, ya que se constituye en la fuente principal de financiamiento de guerrilla y paramilitares. Esta breve descripción del problema es suficiente para que el Consejo de Seguridad de la ONU, del cual ahora Colombia es miembro, asuma la responsabilidad histórica de discutir a fondo el tema de las drogas y reorientar las políticas para enfrentar el flagelo.
Por supuesto, el presidente Santos y la canciller Holguín son prudentes y no han hablado de legalización de las drogas. Pero la discusión, por un camino u otro, llegará a ese punto. No hay otra manera razonable de replantear el tema: asumirlo como un asunto de salud pública y no de seguridad nacional.
Despenalizar todo el proceso de las drogas, desde la siembra hasta el consumo, dentro del marco de un acuerdo internacional en la ONU que fije condiciones y controles, y dedicar todos los recursos que hoy gastan los países en interdicción y lucha contra el narcotráfico, a programas de salud pública para evitar el consumo y tratar a los adictos.
El objetivo es que haya menos consumo. No se trata de despenalizar para que haya más consumidores. No. Lo contrario: dedicar todos los esfuerzos financieros y humanos que hoy se usan en la lucha contra el narcotráfico, a programas liderados por los ministerios de Salud para prevenir el consumo de estas drogas en niños y adolescentes, y darle tratamiento adecuado a los adictos.
No hay mejor momento para que Colombia lidere esta discusión de replanteamiento del paradigma de las drogas. Entre otras razones, porque no hay otra nación en el planeta que tenga la hoja de vida que tiene nuestro país en dignidad y coherencia frente a la lucha contra los carteles de la droga que, a pesar de su poderío y capacidad de intimidación, han sido doblegados y siempre lo serán por el Estado y la sociedad.
Mucho daño nos han hecho, sí, pero no han ganado ni ganarán nunca su batalla. En algunos sectores del país ya se analiza el asunto con pragmatismo. Lo que falta es un gobernante que asuma el liderazgo para reorientar el debate a nivel internacional. El que lo haga pasará a la historia como un grande con visión y liderazgo sin par.
Ricardo Santamaría
http://www.portafolio.com.co/opinion...-onu_8131999-3
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