Ayer hablando con un colega que ha vivido muchos años en la India me contó una historia que me gustó. Imaginad que estáis en la India y que os quedáis tiraos, sin una puñetera rupia. Si eres hindú, tal vez no te resulte tan espantoso, o siquiera un problema. Siempre puedes colgarte un ladrillo de los cataplines y dar la vuelta al país a la pata coja marcha atrás, no te faltarán rabaniyos que comer ni costo que fumar.
Pero cuántos jipis no se habrán quedao en esa situación. ¿Y qué han hecho para sobrevivir?
El coco.
El coco, si, esto abunda por la zona de Goa a la par que los turistas ocasionales. Se invierte en papel de lija, se corta un coco a la mitad, se vacía y se lo come uno (nótese que ya estamos en la primera merienda) y se hacen dos cuencos. Estos cuencos, con mucha paciencia, se van lijando hasta dejarlos con la suavidad aterciopelada.
Atención, esta faena además que quitar el hambre, ayuda grandemente a la meditación, con lo que invadirá la paz de espíritu y será más sencillo tanto aceptar la situación como salir de ella.
Estos cuencos de coco se van a vender por ahí a los guiris. Son muy apreciados, y por tanto su calidad suele verse expuesta al ojo crítico, con lo que es conveniente hacerlos muy bien. Mi colega funcionaba en plan factoría, diez de cada tirada, diez al día. Con eso se manejaba.
La versatilidad del cuenco de coco vá más allá de lo que aparenta. Una vez echa la mezcla, a salvo de la pérdidas minutales de cuando lo mezclamos a mano, y sin dejar pegaos los tricomas a la palma sudorosa, se desliza todas y cada una de las veces con extraordinaria precisión desde el cuenco hasta el papeliyo, sin dejar rastro ni necesitar sacudidas, al coco bien lijado le sobra con la gravedad.
Y no queda rastro, ni necesita mantenimiento. En casa se puede hacer y debería ser objeto ineludible en la bandeja de cualquier fumeta.
Mi coco en fotos:
Pero cuántos jipis no se habrán quedao en esa situación. ¿Y qué han hecho para sobrevivir?
El coco.
El coco, si, esto abunda por la zona de Goa a la par que los turistas ocasionales. Se invierte en papel de lija, se corta un coco a la mitad, se vacía y se lo come uno (nótese que ya estamos en la primera merienda) y se hacen dos cuencos. Estos cuencos, con mucha paciencia, se van lijando hasta dejarlos con la suavidad aterciopelada.
Atención, esta faena además que quitar el hambre, ayuda grandemente a la meditación, con lo que invadirá la paz de espíritu y será más sencillo tanto aceptar la situación como salir de ella.
Estos cuencos de coco se van a vender por ahí a los guiris. Son muy apreciados, y por tanto su calidad suele verse expuesta al ojo crítico, con lo que es conveniente hacerlos muy bien. Mi colega funcionaba en plan factoría, diez de cada tirada, diez al día. Con eso se manejaba.
La versatilidad del cuenco de coco vá más allá de lo que aparenta. Una vez echa la mezcla, a salvo de la pérdidas minutales de cuando lo mezclamos a mano, y sin dejar pegaos los tricomas a la palma sudorosa, se desliza todas y cada una de las veces con extraordinaria precisión desde el cuenco hasta el papeliyo, sin dejar rastro ni necesitar sacudidas, al coco bien lijado le sobra con la gravedad.
Y no queda rastro, ni necesita mantenimiento. En casa se puede hacer y debería ser objeto ineludible en la bandeja de cualquier fumeta.
Mi coco en fotos:
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